La moda masculina en la pasarela de Milán

Pistas de cambio en la pasarela masculina de Milán

La pasarela masculina se cierra con una tímida evolución hacia propuestas más contemporáneas


Modelo en el desfile de GUCCI
La semana de la moda masculina de Milán para otoño/invierno 2014 se ha cerrado con un tímido apunte de cambio en un panorama esclerótico. Si bien las firmas italianas siguen empeñadas en mantener el mito de la elegancia de otra época, también parecen empezar a ser conscientes de que no pueden limitarse a apelar una y otra vez a la nostalgia en un sector –el de la moda masculina- cada vez más competitivo.

Una de las diseñadoras que más claramente ha comprendido la necesidad de moverse es Frida Giannini. La directora creativa de Gucci, de 41 años, entregó el lunes una lúcida colección que da un impulso juvenil a una compañía casi centenaria. La ralentización en las cifras de crecimiento del sector del lujo en 2013 se atribuye, en parte, al freno de sus principales locomotoras, como Louis Vuitton o Gucci. Pero Giannini se enfrenta a los datos económicos con buen diseño. A partir de una paleta de tonos empolvados que se desmarca del gris omnipresente en la cita milanesa, construye una silueta que evoca los años sesenta pero deja espacio para la experimentación. La idea de Giannini se concreta en la estampa neobeatnik que cerró el desfile: Alain Delon hijo con gorra y traje negro. Un guiño al pasado, a la medida de una nueva generación.

Hasta el casi octogenario Giorgio Armani mira hacia adelante. Cuando se acerca el 40º aniversario de su compañía, el diseñador recupera el espíritu revolucionario de sus chaquetas de los años setenta para dar una nueva vuelta de tuerca a esta prenda. Si entonces se trató de deconstruir la americana, ahora intenta acercarla a un cárdigan, con mangas ranglan y torso esculpido. Una defensa de los cuerpos atléticos todavía más presente en su muscular colección para Emporio Armani, que juega la carta de lo deportivo hasta el punto de sacar a la pasarela ropa para esquiar.

También Tod’s, que acaba de incorporar a la diseñadora Alessandra Facchinetti, ofrece una ventana de cambio al colocar su suntuosa propuesta de ropa al mismo nivel que los accesorios en una presentación en Villa Necchi. Decir que sus pantalones de ante le roban protagonismo al nuevo bolso Script constituye toda una novedad para la firma. Pero para que la renovación llegue de verdad a Milán no es suficiente con que los gigantes se muevan un poco. Es necesario que surjan voces y diseñadores con otro punto de vista. Una obviedad que ha demostrado el imparable auge de Londres y Nueva York como capitales de la moda, basado en su apuesta por el talento emergente.

En Milán el relevo generacional es inexistente. La prueba está en que los que un día fueron recién llegados rebeldes, los gemelos canadienses Dean y Dan Caten, ya han cumplido 20 años al frente de la firma Dsquared2. A la mañana siguiente de vencer en su particular duelo contra Dolce&Gabbana en la entrega del Balón de Oro (ellos vestían a Ronaldo; el otro dúo, a Messi), los Caten volvieron a la discoteca Alcatraz que albergó sus desfiles iniciales para contar la historia de un chico encerrado en un correccional. La escenografía de celdas y el grupo de modelos con el torso desnudo que la animaba proporcionaban un fondo entretenido a los clásicos de la marca.

La introducción de pequeñas sorpresas, como el viaje interestelar de Ermenegildo Zegna y el homenaje de Etro a sus sastres (que salieron a desfilar junto a los trajes que habían confeccionado), podrían indicar que la industria italiana es consciente de que necesita evolucionar hacia propuestas más narrativas. Pero para eso no basta con reemplazar la corbata por exagerados abrigos de corte deportivo. Lo difícil es encontrar historias que contar. Las pistas sugieren que Milán ha entendido el mensaje, ahora solo queda aplicarlo.



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